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Así gane quien gane, no hay vuelta atrás: Las elecciones en Estados Unidos

Publicado: 2016-11-07

Aparte de llenarme de vergüenza por sus demasiados momentos de bajeza política durante el último año, la campaña presidencial de Estados Unidos (EEUU) también ha servido para recordarme de lo que vengo pensando desde la primera elección del Presidente Barack Obama en el año 2008. Dicho país atraviesa un profundo cambio demográfico y cultural que, en primer lugar, hizo posible que ganase Obama – no una, sino dos veces; y que, en segundo lugar, representa una transformación que seguirá por un buen tiempo después de estas elecciones, así gane quien gane. A raíz de esta metamorfosis, cambiará radicalmente la composición étnico-racial del estadounidense, así como pondrá en cuestión muchos de los referentes políticos y culturales que han definido a este país. Es precisamente porque estos cambios se van dando dentro de una trayectoria en progreso que esta temporada electoral ha sido tan brutal, tan reñida y la razón por la cual a vísperas de la elección del próximo mandante del llamado “mundo libre”, un bully como Donald Trump todavía pueda ganar.  

Cambios demográficos y culturales

Se estima que en 2055 no existirá una sola mayoría étnica o racial en EEUU. En la actualidad, los electores más jóvenes suelen ser más progresistas; 50% de ellos políticamente independientes (es decir, no pertenecen a ninguno de los dos partidos principales) y, en su conjunto son menos religiosos. Para muchos de los fieles seguidores de Trump ésta es una realidad inaceptable. No hay que olvidar que los primeros colonizadores ingleses a Norteamérica eran los “puritanos” religiosos en búsqueda de un sitio en el cual poder practicar su versión más fundamentalista del cristianismo. Siglos luego de la llegada de los peregrinos al nuevo mundo, la cultura y ética de la religiosidad y el trabajo como la fuente de todos los beneficios en la vida ha sido mantenido como un fuerte valor estadounidense. Pero ese imaginario está también vinculado a la idea de la superioridad racial y cultural que fue la base de las batallas contra las poblaciones nativas, finalmente aislando a la misma; y luego la historia nefasta de la esclavitud y la segregación de generaciones de afroamericanos; asimismo la discriminación de minorías étnicas y religiosas que existe hasta el día de hoy. El prospecto de que estas mismas poblaciones dejen de ser minorías cambiaría todo el balance de poder histórico. Es justo por ello que vemos en la persona de Trump y sus seguidores las reacciones violentas frente al hecho de que ellos podrán dejar de ser el grupo racial dominante.

Por ende, entre muchos desafíos a considerar, el próximo gobierno tendrá que atender al menos dos importantes líneas de falla. Sobre lo primero, existe la tensión  en torno a esa cultura “puritana” que dicta que hay los que merecen “beneficios”, versus los que piensan en derechos ciudadanos. La otra área de tensión es sobre cómo el Estado ejerce su poder coercitivo. ¿Sobre quién mantiene el poder y el control? ¿Y en qué condiciones?

¿Cultura de beneficios o derechos por ciudadanía?

Un importante ejemplo de esta división de pensamiento nacional se puede observar en la Reforma de Salud que buscó asegurar que tantas personas como fuera posible tuvieran algún cuidado médico asequible. Pues, a diferencia de muchos países del mundo, históricamente la salud en EEUU no ha sido considerada como un derecho. Por lo contrario, el mensaje implícito es que los cuidados de salud son un beneficio que se consiguen por medio del empleo. La gestión de Obama enfrentó una batalla campal liderada por el Partido Republicano-- y ahora por la campaña de Trump -- frente a esta reforma porque entre las cosas que ha logrado hacer es expandir apoyos gubernamentales de cuidados médicos para mujeres y hombres solteros y sin hijos. Para muchos en el país esta medida es impensable, sobre todo por la errada percepción de que la mayoría de las y los beneficiarios fueran poblaciones minoritarias.

Es así que el discurso del candidato a la presidencia Bernie Sanders durante la contienda primaria, antes de la elección de Hillary Clinton como la candidata a la presidencia elegida por su partido, marca un cambio histórico. Es esa base -- los “Bernie or Bust” junto ahora con mucha de la misma base de Hillary Clinton -- que no dejarán olvidar que el cambio cultural se mueve hacia un país donde se experimentan derechos para tod@s versus beneficios para algún@s.

Poder coercitivo del Estado: ¿Cuáles son los cuerpos que contrala el Estado?

Ocho años después de la elección del primer presidente afroamericano, EEUU sigue siendo un país profundamente segregado a nivel racial y socioeconómico. Esto, a su vez, ha permitido la continuación de poblaciones marginadas en la periferia y un sistema de justicia que cuenta con la tasa de encarcelación más alta del mundo (2.3 millones de personas en cárceles o prisiones). En este contexto, hombres afroamericanos y latinos son sobre representados en las cárceles y prisiones. Dado ello se puede entender el movimiento “Black Lives Matter” como una muestra de la furia por parte de muchas comunidades de color que viven en un temor constante frente a las fuerzas del orden (y no solo los de más bajos recursos).

Lo que ha puesto muy en claro estas elecciones es que hay también una división profunda en torno al rol y nivel de poder de las fuerzas del orden. La perspectiva de Trump con su lema de “ley y orden” en el mismo aliento en el que le dice al mundo que los barrios urbanos de alta concentración de negros son “un infierno”, es un mensaje muy claro. Lo que muchos escuchamos es que hay que mantener “cada cual” en su lugar, mantener el estatus quo, el poder de “blancos” sobre grupos minoritarios y grupos históricamente marginados.

En cambio la perspectiva de dialogo comunitario de Clinton, que considera un modelo de colaboración entre policías y comunidades, no sanará los siglos de discriminación y violencia estructural sobre los cuerpos de poblaciones históricamente marginadas pero sí destaca otra mirada. No podemos saber hasta qué punto una gestión de Clinton pueda cumplir con ese modelo más amable de la seguridad ciudadana, pero al menos es un mensaje que valida a comunidades como parte de la democracia del país y no un “problema” a controlar.

Asimismo hemos visto el discurso sobre el rol de las mujeres, el control sobre sus personas, sus cuerpos y su sitio en la sociedad estadounidense nuevamente traído al centro del debate con una furia que yo no recuerdo haber observado en mi vida. Lo que está en juego aquí – al igual que en torno a la seguridad ciudadana – es si se seguirá un guion de estatus quo ante en el cual las mujeres y las minorías étnicas se mantendrán bajo el control pleno de una sociedad heteropatriarcal -- o si es que el momento real de la liberación e integración ha llegado.

Estas batallas continuarán en la siguiente gestión justamente porque los cambios demográficos ya sucedieron y sugieren que las direcciones para EEUU no podrán ser las mismas de antaño. Como dijo el gran Sam Cooke en su canción que llegó a ser emblemática en la lucha de derechos civiles liderados por afroamericanos,  "It's been a long time coming, but I know a change is gonna come”… Lo que es incierto es cómo, y a qué costo.


Escrito por

ledaperez

Investigadora Afiliada al Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico [CIUP]


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