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¿Gratificación para todas y todos?

[en los margenes] Explorando situaciones de marginación en la sociedad peruana contemporánea

Leda M. Pérez

Publicado: 2016-12-21

“Darla” (Lima, 1978) nació en la casa donde su mamá, originaria de Cajamarca, trabajaba como empleada doméstica. Por ser madre soltera y encontrarse en un hogar lejos del suyo, su mamá era altamente vulnerable. Tanto fue así que por muchos años trabajó sin sueldo con tal de que no la botaran a ella y a su hija de la casa. A la misma “Darla” la pusieron a trabajar a los 9 añitos porque, como decía “la señora”, “Ella ya está grande. Come aquí. Tiene que hacer”. Como me comentó adicionalmente, “La señora era un poco abusiva…quería tener dos empleadas”. 

El caso de “Darla” y de su mamá, sin apoyo alguno y teniendo que aguantar maltrato y abuso no es el caso exacto de todas las mujeres con quien he hablado. Pero sigue sorprendiendo algunas similitudes entre historias y la frecuencia con que sí aparecen casos semejantes. En vísperas de la Navidad, en medio de las festividades, planes familiares, compromisos sociales y profesionales, ¿qué se puede comentar acerca de las compensaciones de los trabajadores a nivel nacional?

 Se puede decir que hay algunos del sector formal -- una minoría de la población económicamente activa ocupada -- que cuentan con ciertos beneficios. En esos casos, tienen el derecho al equivalente de 15 sueldos al año. Esto está compuesto por 12 remuneraciones, además de dos gratificaciones y un sueldo adicional constituyendo una “compensación por tiempo de servicios” (CTS), una suerte de seguro de desempleo que acumula en un fondo aparte para que el trabajador cuente con los mismos en el momento de su renuncia o despido. Las “gratificaciones” por Fiestas Patrias y por Navidad, si bien sugieren una especie de “bono”, en la práctica representan sueldos adicionales que compensan la baja remuneración que percibe la mayoría de los trabajadores peruanos.

La realidad, sin embargo, es que la mayoría de los peruanos y peruanas no acceden a este beneficio dado las altísimos tasas de informalidad (79% de la población, según datos del 2014 del INEI). En la informalidad, claro, nadie te garantiza nada; lo que rige es la ley de la selva, cada uno por sí mismo, y a cómo se pueda. Pero más allá de esto, inclusive dentro de algunos llamados “regímenes laborales especiales” existen sectores laborales cuasi-formales que no alcanzan todos los derechos posibles. Como ya hemos visto en posts anteriores, las trabajadoras domésticas remuneradas del Perú caen dentro de esta categoría. Pues si bien cuentan con algunos derechos reconocidos por el Estado, son derechos recortados. ¿Qué significa ello? Pues, que en lugar de contar con un sueldo mínimo, no existe piso en torno al sueldo que se le tuviera que pagar; no cuentan con un mes completo de vacaciones como otros trabajadores del sector formal; cuentan con un medio mes de sueldo para abonar a su CTS cada año; y, en torno a las gratificaciones, cuentan con el derecho a solo la mitad de su sueldo mensual.

Si bien es importante que exista un reconocimiento legal de que estas trabajadoras cuenten con derechos por el trabajo cumplido, claramente habría que cuestionar, tanto en el caso de ellas como en el caso de otros trabajadores de los regímenes especiales, ¿por qué es que solo se les otorga la mitad? Asimismo, el problema en el caso particular de ellas está en que es bastante común que no perciban los derechos otorgados por ley, ni siquiera la gratificación. Pues como he notado antes, y como ilustra el caso de “Darla”, ellas están a la merced de sus empleadores. Y dado que el Estado no regula activamente las condiciones de su trabajo, el trato para con ellas y los derechos que perciben terminan siendo una cuestión de suerte y la buena voluntad de su empleador.

Comentando sobre el primer punto en el párrafo anterior, hace tiempo que organismos internacionales e independientes como la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cuestionan un modelo económico en el cual el trabajador promedio gane tan poco y sea tan poco protegido. En el análisis final es claro que el modelo vigente es uno en el que se privilegia a la gran empresa y al “emprendedurismo” como locomotores de la economía. Pero pese a ello, en el Perú seguimos viendo brechas de desigualdad inaceptables; los indicadores en torno a la educación, aunque livianamente mejores, tienen mucho camino por andar si es que se espera una cohorte de profesionales sólidos en los próximos 20 años -- y, así se consiguiera una próxima generación de profesionales, ¿qué futuro les espera? Pues, hasta ahora, con el argumento de mantener los costos bajos para los empleadores, la precariedad laboral y la informalidad han sido la norma y no la excepción.

En torno a las gratificaciones de las trabajadoras del hogar, mi investigación cualitativa sugiere que la experiencia para este sector es bastante heterogénea. Pues, pese a la Ley 27986, lo que es claro es que no hay un patrón. No es que el empleador de menos recursos automáticamente brinde menores derechos, o que el que es más adinerado cumpla al pie de la letra con la ley. Más bien, lo que más me impresiona de mis entrevistas son dos cosas. Primero, casi -- sino todas -- las mujeres con quien he hablado han experimentado experiencias de explotación en este trabajo. Normalmente lo que sucede es que el primer trabajo es el más explotado. Esto es así, a su vez, porque la mayoría de las mujeres que están en este sector son migrantes y sus primeros trabajos suceden cuando recién llegan a Lima. En la mayoría de los casos son muy jóvenes -- adolescentes, y hasta a veces niñas -- cuando comienzan a trabajar en la capital nacional. Por tanto, cuentan con poca información, si algo, sobre sus derechos. Asimismo, casi en el 100% de los casos de migración, están huyendo de situaciones socioeconómicas terribles, de tal manera que cualquier sueldo, así sea realmente inaceptable, es mejor que ninguno. Segundo, en la mayoría de los casos, las trabajadoras comienzan a percibir mayores derechos en el momento en que ellas comienzan a percatarse de los mismos. Es decir, si ellas no saben cuáles son sus derechos, pocos empleadores les informaran al respecto y, más bien, abusarán de ellas.

Sobre este último punto, debo decir que si bien un hallazgo es que la conciencia de derechos es un factor importante en torno al empoderamiento de la trabajadora, mi investigación muestra que no es suficiente. Pues así conociendo sus derechos, muchas veces no tienen otro recurso como sugiere el caso de la madre de “Darla”, cosa que a su vez formó el destino de ésta. Luego de todo, la sensación con la cual me quedo es que en cada paso del camino – en la mayoría de los casos – las trabajadoras de este sector deben estar atentas y listas a pelear por sus derechos, inclusive por esa media gratificación dos veces al año. Tal vez es porque el trabajo en el Perú es precario para la mayoría de las personas. Pero también es posible que en el caso de ellas sea así porque no hay quien las proteja adecuadamente. Hasta ahora, la evidencia sugiere que la verdad está más cercanamente vinculada con la falta de protección.


Escrito por

ledaperez

Investigadora Afiliada al Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico [CIUP]


Publicado en